jueves, 24 de diciembre de 2015

NAVIDAD BORRADA

Había escrito esto de un golpe en plena calle y por estas estupideces de la tecnología no logre ponerlo a salvo y lo perdí. De repente pensé que era demasiado cursi y que Dios sabia los que hacía; alguna razón habrían encontrado los Orishas para evitar que diera a conocer un escrito lleno de embarazo; Karen me reprocho mi inconsistencia y se me subió el orgullo; por eso ahora exprimiré ni memoria y tratare de ser lo más fehaciente posible; allá va; por favor no me odien por ello:

NAVIDAD
Entre menajes de FB, de texto, Twiter y whatzup nos congratulamos por la fecha a la que pocos damos la justa significación; para el ser humano normal es tomar uno o dos dias de asueto y con ello basta, para otros es poner cara de situación pero de todos modos disfrutar de las horas de ocio.
Para mí no cambia mucho, pero hoy me asaltan esos tenebrosos fantasmas que me acechan a cada paso. Yo hoy no celebro ni doy alabanza a la víspera del natalicio de un ser impoluto y perfecto; no me dedico a vender tanques de guerra sino a transmitir sueños y anhelos. No reconozco ni me inclino ante lo ficticio de liturgias secuestradas por jerarquías cofradíacas, me postro humildemente de hinojos ante la visión del ser repleto de defectos, polémico, proteston y conflictivo que supo individuar la injusticia del impuesto mal cobrado, que sedujo a María Magdalena con el embrujo de su verbo fértil y su perfil futuristico. Me arrulla el lento andar del hombre solo, terriblemente solo antes de siquiera ser niño; o quizás vivio su vida al revés, que con entereza portaba la cruz porque debía llegar a la medida del colmo; quizás colmo es Cristo y Cristo es el colmo de todos los desbordes. Rechazo el dogma y abrazo la especulación y el espacio a la duda de las razones del surgimiento de este ser divino; recojo solo al hombre medio que paga sus culpas y las ajenas; acre sabor de escupitajo en pleno rostro candoroso y el imperturbable avanzando entre agua y fuego
En vísperas de ese nacimiento que se repite cada diciembre no quiero estar en la opulenta mesa del poderoso, no deseo escoger cuidadosamente el adjetivo ni purgar comas innecesarias; quiero equivocarme en ortografía y mi alma vuela irreverente y permanece; pobre de mi, junto al homeless mal oliente que sabe Dios de quien huye; junto al taxista que de madrugada transportará a un chico ebrio a su hotel del South Beach, todo el contento; feliz, lleno de selfies que rememoran la hecatombe del sexo compartido en noche quejumbrosa, volante en mano desesperado porque los números se hagan negros y dejen de ser rojos para regresar a una casa (si la tiene) y a su familia (si aún existe); mi aliento esta hoy junto a esa mujer; reina por dos horas del paroxismo de Juan Pérez a la que el fingirá no conocer mañana cuando se crucen al sur de la ciudad, la patrona de los límites del erotismo que provoca sueños y crea pavor. Esa que bajo un cuerpo que no desea murmura en silencio su oración navideña y soporta con estoicismo el coito impuesto, obligado, porque es la diferencia entre tener un techo sobre su cabeza o dormir en la calle
Mi corazón está hoy junto a todos aquellos que este mes pagaron el alquiler por puro milagro pero temen no poder repetirlo en enero; temer al futuro es la negación de la Navidad misma. Estoy en cuerpo y alma junto al joven de pupila dilatada ( y me importa un cono con que la dilató) que tras la mirilla de su engrasada arma defiende mi precaria y asediada libertad; el o ella defienden mi sueño; reclaman el espacio para la última playa que quizás no sea perfecta pero por mucho supera al resto. Lo siento; hoy era día de recogimiento y voz muy queda, pero yo con mi proverbial desentono y mal gusto lanzo un desesperado grito al amor entre nosotros; a no dejarnos de mirar a los ojos y a que la noche no nos sorprenda sin habernos dicho cuanto nos amamos