Hace sólo días la Corte Suprema de los Estados Unidos decidió por cinco votos contra cuatro que la orden presidencial de Trump para terminar lo que se conoce como DACA (Acción Diferida para los que llegaron de Niños) (Deferred Action for Childhood Arrivals) adolecía de vicios de método y por tanto no era legal. A derecha algunos se sienten traicionados por el Juez Roberts, quien preside la Corte y fue colocado ahí por Bush hijo por lo que se suponía que adoptaría posturas afines a esa persuasión; a izquierda se celebra escandalosamente lo que ellos interpretan como una derrota del actual presidente; pero veamos cómo surge este DACA y entendamos quién gana y quién pierde.
La reforma migratoria es una necesidad orgánica de este país. Reinan el caos y los criterios obsoletos y es más efectivo delinquir y entrar ilegalmente a territorio americano que cumplir con las regulaciones vigentes.
Para complicar aún más las cosas existe un plan de lo que llamo la Cuarta Internacional mediante el cual se persigue alterar el equilibrio etnico de la inmigración. A partir de la innegable realidad de que somos un país de inmigrantes los compañeros de viaje se deslizan hacia la politica de abrir indiscriminadamente la frontera sur mientras por otras vías; en especial la legal, llegar aquí se hace poco menos que imposible. Es cierto que somos un país hecho de individuos que en su abrumadora mayoría hemos venidos de otros sitios; pero de TODOS los sitios y no de una única región. Para que se mantenga el equilibrio mágico que creó esta experiencia irrepetible urge mantener cuotas de entrada según las regiones y los países. En palabras más claras: colmar el país de Martínez y Pérez a despecho de apellidos más complicados y guturales nos conduciría a convertir en cortos años los Estados Unidos en una nación más de esa America Latina de la cual millones de nosotros huimos despavoridos. Valores como la Segunda Enmienda y la libertad de expresión se convertirían en accesorios opcionales en lugar de ser parte de la esencia de la nación.
Para colmo de males hay unos 800,000 seres humanos que fueron traídos de pequeños por sus padres en modo ilegal y cuya única realidad es esta. Todo esto pudo haber sido resuelto hace años y ninguno de los dos partidos ha dado los pasos necesarios. La administración de Obama, percibida mundialmente como “amiga” de los inmigrantes, tuvo los votos necesarios para aprobar la reforma y no lo hizo. El ex presidente prefirió crear este entuerto conocido como DACA que si bien da un respiro a los jóvenes; y ya no tan jóvenes, antes mencionados, no es la solución ni mucho menos y les mantiene en un eterno mientras tanto. Cabría preguntarse qué es más vergonzoso; la indiferencia republicana o la manipulación demócrata que juega desdeñosamente con los sentimientos de estas personas con fines exclusivamente electorales. Si la Corte Suprema hubiese dado razón a Trump la presión popular pudiera haber forzado a los políticos de ambos partidos a llegar a un acuerdo vivible; con la presunta derrota de la administración los demócratas podrán continuar jugando con los beneficiarios del DACA como el gato con el ratón.
Tengamos presente que la decisión de la Corte no rechaza la legalidad de la medida de Trump; para nada; se apoya en tecnicismos tirados por los pelos y deja la puerta abierta para el Departamento de Justicia regrese sobre sus pasos y entre por otra puerta que conduzca a corredores más iluminados. Resulta incomprensible que un decreto presidencial (el firmado por Obama) no pueda ser borrado por otro (el firmado por Trump) pero dicen los expertos que donde termina la lógica empieza la ley. Para algunos es la estrategia de la izquierda para entorpecer el funcionamiento del gobierno sin violar la ley. Personalmente no considero que el Juez Roberts sea un topo; pero pudiera estar cediendo a la enorme presión que reina en este momento sobre todo aquello que no enarbole hoces y martillos, tejidos color escarlata; llame a la destrucción del sueño americano o dedique interminables páginas a la apología de todos los colores mejor el blanco.
De cualquier manera visto en modo aislado e ideal el sistema legal americano pudiera haberse anotado una victoria en opinión de muchos compatriotas; pues quedó demostrado que jueces de derecha se apegan más a la ley que a sus sesgos ideológicos. Los demócratas pueden también cantar victoria porque al menos en la apariencia la política de Trump ha sufrido cuanto menos un retraso a pocas semanas de las elecciones.
Una vez más considero que mis correligionarios yerran al rasgarse las vestiduras y protestar la decisión; como ya es habitual la derecha muestra su proverbial falta de olfato político. Si bien por una parte una de las promesas de campaña quedará incumplida la ocasión podía hacer sido óptima para subrayar cómo los jueces conservadores no hacen política y se atienen al pie de la letra a la interpretación legal. El vaso lleno en lugar de medio vacío. Especialmente cuando la administración sabe que en unos días saldrá a la luz el libro escrito por uno de sus ex colegas; el otrora consejero de seguridad nacional John Bolton, que no parece nutrir una gran simpatía por su antiguo jefe y lanza una serie de afirmaciones en extremo incendiarias. A pocas semanas de las elecciones no aprendemos a escoger nuestras batallas ni a priorizar nuestras escaramuzas.
Irónicamente hay un gran perdedor en todo esto; 800,000 seres humanos que continuarán en esta suerte de limbo legal dentro del cuál parecen tener derecho a todo y no tienen derecho a nada; en el que se vive del mientras y no se puede pensar en futuro; en el que despiertan cada mañana con el alma en vilo esperando lo mejor y temiendo lo peor.