Cuando recibimos el anuncio del oficial cambio de política de Estados Unidos hacia el régimen de La Habana muchos nos sentimos morir; yo personalmente permanecí atontado por horas sin saber qué hacer ni qué decir, pero de buen cubano trate de buscar el lado menos malo de la situación. Nunca he pensado que el gran dilema de la isla de Cuba se resolverá desde fuera sino considero que la posibilidad de haber efectuado cambios reales yacía y yace sobre los hombros de unos 12 millones que seres que antes o después nacimos en ese diminuto sitio en medio del mar. Pero igualmente soy del criterio de que en el momento en que la administración Eisenhower con imperdonable miopía se colocó del lado del movimiento burgués que disfrutaba del all inclusive en la Sierra Maestra abandonando así a su hipotético aliado esta gran nación contrajo una deuda con los habitantes de la más grande de las Antillas; de consecuencia y por más que tras bastidores casi siempre hubo frenéticos cuchicheos y sórdidos manejos la tozudez imperial se había convertido en nuestra última playa; en la frontera sicologica entre una "espástica" y surrealista confrontación destinada a durar aún décadas y la más abyecta soledad. Para el exilio el efecto fue más emocional que material y de pronto se desataron todo tipo de pasiones.
En todos los modos posibles intente dar dos pasos atrás y abarcar el cuadro que se proponía ante mis ojos con una visión amplia y geopolítica. Las razones del viraje se me revelaban con impactante nitidez en el siguiente orden decreciente:
1- Imperiosidad de garantizar a toda costa la estabilidad en nuestro vecino del sur; esto era alcanzable solo a través de una transición (inevitable biológicamente) ordenada y sin crestas de tensión y evitaría el desplome repentino del régimen y la posibilidad de la entrada arrolladora por parte del narcotrafico a solo 90 millas.
2- Cerrar la puerta a una presencia demasiado evidente de los rusos en la isla.
3- Asegurar el acceso al nuevo mercado que inevitablemente se crearía por parte de las compañías americanas y eliminar de una vez la atípica y anómala relación comercial entre ambas naciones.
No me llamo a engaño; si todo lo anterior conducía de modo ordenado al gradual y pacífico desmantelamiento del actual sistema político los sectores de poder regalarían una sonrisa de satisfacción pero JAMÁS fue ni será su prioridad que los cubanos logren vencer los enormes obstáculos que se interponen entre sus necesidades y la supervivencia del minusculo grupo que les gobierna desde hace más de medio siglo. No obstante, se imponía reinventarnos y aprovechar cada nuevo recodo que se abriera en el camino; no se trataba de cambiar de opinión sino simplemente variar la estrategia y corregir la ruta. Así las cosas por meses he mantenido la mayor objetividad posible y manifestado que el nuevo cuadro no es producto de la tendencia izquierdista de Obama sino del criterio unánime en los más altos estamentos del sistema americano.
Por si todo esto fuera poco se nos repitió una y otra vez que se habían realizado negociaciones secretas durante 17 meses y continuo pensando aún hoy que un lapso tan prolongado es marco apropiado para, al menos, atar los cabos más importantes.
He hecho caso omiso de la virulenta retórica que periódicamente emana de los megáfonos de La Habana; el general ha dado el paso más significativo en la historia de su régimen desde la alianza con la URSS y no pocos serían los ánimos a calmar y los acólitos a tranquilizar; por otro lado no es posible cambiar de discurso de la noche a la mañana ante la gradería que constituye el grupo de tarados que ha impuesto el izquierdismo en América Latina. Lo que importa es que se ha abierto una innegable oportunidad nos guste Obama o no. Incluso la "perreta" en las Naciones Unidas la di por lógica si bien el tono se me antojaba un pelin subido.
Pero a 11 meses del anuncio comenzamos a observar con suprema angustia las grietas en la estrategia de la Casa Blanca que es, como en casi todos los casos, ausencia total de estrategia y lidiar con los problemas a medida que estos se erigen en su camino. Hoy el régimen de La Habana es protagonista de lo que se perfila como la peor crisis migratoria que el continente jamás haya visto. El éxodo masivo que Bubba había previsto y sobre el cual advirtiera en términos inequívocos a Fidel Castro parece estarse presentando en su variante terrestre. Nuestro comandante en jefe tiene en su mano un full de ases y el general solo cuenta con unas pobres cartas que no le dan la menor posibilidad de victoria; ah, pero el general trae consigo en bagaje de cinco décadas en el poder o a la sombra del mismo así como el mayor de los desenfados para lanzar sus bluffs sobre este activista convertido en presidente cuya frente se perla de un nervioso sudor.
No había nada cuadrado; como siempre el grupo americano estuvo permeado de incompetencia y subestimación. Raúl es mucho Raúl y Obama muy poco Obama. Esta administración se comprometió con el pueblo americano a cambiar la historia y dar un toque racional y moderno a décadas de política fallida hacia el régimen; antes de cumplirse el primer aniversario del pomposo anuncio recibe en pleno rostro la implacable y bien administrada bofetada de su contrincante. Es kafkiana la paradoja mediante la cual hemos perdido aquello que siempre hemos tratado de conservar: la estabilidad