En tiempos de elecciones se barajan decenas de teorías y combinaciones. Muchos tenemos el criterio de que las cartas están marcadas desde el inicio de cada contienda y que “el poder”; ese viscoso y nebuloso ente que algunos imaginan como un puñado de siniestros personajes rodeados por la coreografía de Citizen Kent, generalmente selecciona al inquilino de La Casa Blanca, al de Palazzo Chigi; al del Palacio del Eliseo, al de 10 Downing Street, al de Los Pinos y hasta el del Punto Cero mucho antes de que los ciudadanos sepamos quienes competirán. Esta visión es sin duda algo exagerado y simplista pero lleva gran parte de razón.
Lo que ocurre es que “el poder” no es un espacio monolítico donde se ejerce el centralismo democrático como en los tiempos de la URSS; en su interior conviven intereses contrapuestos y en ocasiones se crean contradicciones ásperas que llegan a paralizar su funcionamiento en modo momentáneo. Es importante observar que “el poder” no puede resistirse al embate del tiempo y en la medida en que las sociedades se democratizan o se “arrabalizan” o se “abaratan” según quien las analice, el mismo inevitablemente se impregna de un dinamismo y una interacción por momentos caótica que antes no experimentaba; para ser más claros: cada vez resulta más difícil lograr consenso en territorio del “poder”. La enorme dicotomía de nuestro tiempo en lo tocante a las estructuras de los potentes es que por un lado cada vez distan más de los intereses del ciudadano medio pero al mismo tiempo son cada día más permeables a los vaivenes de las masas. El poder está cada día más lejos de nosotros en la sustancia pero nos imita con desmedido oportunismo en la forma. Visto que derrocho esta criolla arrogancia de inventar categorías y títulos deseo puntualizar que la Cuarta Internacional y el “poder” no son para nada la misma cosa. “El poder” está por encima, es voluble, orgánico e inapelable; salvo contadas excepciones impone su criterio y no toma prisioneros. La Cuarta es no más que uno de los contendientes a entrar al “poder” y de hecho ya cuenta con elementos infiltrados dentro de este último, pero por suerte no ha culminado su labor y subsisten sectores dentro del “poder” que aborrecen la idea de la Cuarta Internacional.
Toda esta explicación para arribar a la hipótesis que pudiera ser un posible escenario en el momento actual:
1- La falta de consenso en el “poder” creó una fractura gracias a la cual Donald J. Trump se despertó una mañana de noviembre con la sorpresa de que era presidente. Una parte del poder le cobró viejas cuentas a la otra o vaya usted a saber. No voy a caer en la trampa que cayó Marx; voy a emular a Mendeleiev y dejaré espacios en blanco. Dejaré espacio a la especulación.
2- La otra o las otras partes del “poder” se quedaron atónitas y se dejaron “querer” por la Cuarta Internacional; lo que justifica la reticencia y la hostilidad dentro de amplios espacios a derecha hacia el inquilino de 1600.
3- Entre recriminaciones y lamentos, entre reproches y promesas no se escatimó en maneras chapuceras y tradicionales de desembarazarse de un individuo atípico tan ebrio de narcisismo que no lograba percatarse del peligro que corría. El orgullo y el deseo de protagonismo fueron tales en este señor que han vencido al instinto de conservación y le han llevado a, sin proponérselo, arremeter contra todos y contra todo. Y luego, como siempre ocurre, a quedar atrapada como rehén de unas consignas de las que ya no le será posible escapar.
4- Así las cosas, el hombre navegó con suerte y más allá de su lenguaje hosco y su verbo mal conjugado disfrutó de un fuerte viento de popa que lo condujo a niveles jamás alcanzados. Por otra parte; prisionero de su propia retórica no podía echarse atrás y se vio obligado a continuar por senderos oscuros e inciertos jamás transitados pero de obligatorio recorrido.
5- Se llega al último año de la presidencia y hay que ejecutar el sortilegio electoral; la farsa de siempre; el ejercicio democrático y el “poder” se aprestó a marcar las cartas como siempre pero....un momento; este loco lo sacamos por pura causalidad con opinión más que dividida; pero si algo caracteriza a los “elegidos” es la capacidad de análisis frio más allá de pasiones y orgullos. Este poseído se ha fajado con medio mundo; ha exhumado la madre de no pocos protagonistas de la política mundial y ha propuesto tendencias y remedios tan irracionales que pudieran funcionar; para qué cambiar rumbo ahora? Trump es la persona idónea en el momento apropiado: si lo dejamos cuatro años más continuará arremetiendo contra los Molinos de Viento; pero nosotros; “el poder” somos dueños de las plumas y los tinteros así que podemos reescribir el Quijote sin problemas y quien sabe si hasta logramos una victoria. Y si sale mal? Pudiera preguntarse el lector; si sale mal le echamos toda la culpa a él y a otra cosa; de todos modos es tan impopular que nadie llorará.
6- El “poder” de nuevo tiene todas las de ganar y muy poco que perder; si sale mal es culpa de este loco que se apoderó del poder, imagínate somos democráticos y hay que respetar la voluntad del votante; pero no se preocupen que ahora les pondremos un tipo más digerible. Si sale bien pues los potentes serán más saludables que nunca.
7- Había un sólo problema: como garantizar que un presidente tan controversial pudiera ganar de nuevo?; ah; pues llenemos el campo opuesto de ineptos e impresentables. Con tanto talento que hay en Estados Unidos no me cabe en la mente que los demócratas no contaran con candidatos decentes. Pero no; armaron un lamentable circo y al final quedaron tres ancianos más viejos que Trump y con escasa simpatía popular. No puede que haber sido hecho a propósito para que ganara Trump de nuevo.
8- Se presenta un imprevisto, el Covid 19; la Cuarta Internacional se desata y trata de tirar a Trump del cabello y allá responde el “poder” con gesto impaciente; el “poder” trata de mediar y a mi juicio ha ya hecho saber a la Cuarta que sorry con excuse me pero no jodan más. El “poder” continúa apostando por Ricito de Oro y coloca traspiés tras traspiés ante el torpe andar del senil competidor. Todavía los potentes, que a nariz tapada están dispuestos a dispararse cuatro años más de Trump, pudieran tener la estocada final a los demócratas; una convención solariega similar a la de Chicago en 1968 en la que salga un candidato que no sea Biden. Sería como tirar la toalla.
Significa esto que el “poder” prefiere a Donald Trump?; para nada. Significa que a este punto del juego cuentan con un chivo expiatorio a quien culpar de todo y a un individuo lo suficientemente “loco” como para acometer las tareas necesarias e impostergables. Al final el Covid en lugar de demostrar que estaba errado probó irrefutablemente que se necesita un realineamiento de alianzas y logísticas.
No pretendo que este sea el escenario pero a mi juicio es uno de ellos.