Una querida amiga de Facebook se libro de gran peso hace pocos dias al confesar que cuando pequena espiaba a traves de su mano entreabierta mientras contaba para dar tiempo a que sus amigos se escondieran en el juego de los escondidos. Muchos de nosotros la consolamos afirmando que habiamos hecho lo mismo y yo deje escapar otra confesion:
Luego de convencerme a mi mismo que hacer trampas no era lo correcto decidi cerrar bien las manos y no espiar a mis amiguitos mientras se escondian. Un dia inicie el conteo con los ojos hermeticamente cerrados. De repente perdi la nocion de mi secuencia y no recuerdo hasta que numero llegue. Rompio un torrencial aguacero con gotas que se sentian como agujas sobre la piel, pero imperturbablemente continue la progresion e hice caso omiso de la frialdad que de un momento a otro invadio la "base" sobre la cual me apoyaba y que me prometia defender de modo que no me tocase "quedarme" esta vez.
La lluvia se convirtio en un concierto de truenos e incluso a traves de mis apretados parpados lograba adivinar el reflejo de amenazadores relampagos. El temor me invadia pero con obtusa tenacidad prosegui mi conteo en alta voz aun cuando ya no lograba escuchar las apagadas risitas de mis companeros de juego ni sus pasos apresurados en busca de refugio. El olor a tierra humeda conquisto mis sentidos y el frio dio lugar a un sofocante calor que abrazaba mi garganta y casi me impedia pronunciar los numeros. La frente se me perlo de sudor y mientras contaba dejaba correr sobre ella el dorso de mi mano derecha.
La tempertura descendio levemente y pude escuchar el rumor de las hojas de los arboles caer en torno a mi; las risas volvieron a hacerse escuchar, pero ya no eran de gargantas infantiles sino que formaban parte de una cascada de sonidos en los que la tos, los esturnudos e incluso algun que otro bostezo me llegaban con tonalidades mucho mas graves. Me invadio la aprehension y deje de contar. Recuerdo que habia permanecido por un tiempo indefinido haciendolo y las cifras salian de mi boca con gran dificultad. Nunca habia llegado a numeros tan altos ni permanecido tanto tiempo a ciegas.
Jamas logre conocer la exacta medida del lapso transcurrido, al abrir los ojos el destello de la luz se me antojo hiriente y deslumbrante; la concentracion de imagenes era abrumadora, pero por mas que me esforzaba no lograba encontrar a mis amigos. Cerca de donde permanecia en pie una vitrina de tienda desolada me devolvio mi propia imagen y fue solo entonces que pude ver mi envejecido rostro, mi grueso y semi enconrovado cuerpo y el modo pesado y torpe con que me desplazaba. Los crios jamas aparecieron y yo cerre de nuevo los ojos en docil gesto de resgnacion. Hoy se que no debi dejar de hacer trampas.
Luego de convencerme a mi mismo que hacer trampas no era lo correcto decidi cerrar bien las manos y no espiar a mis amiguitos mientras se escondian. Un dia inicie el conteo con los ojos hermeticamente cerrados. De repente perdi la nocion de mi secuencia y no recuerdo hasta que numero llegue. Rompio un torrencial aguacero con gotas que se sentian como agujas sobre la piel, pero imperturbablemente continue la progresion e hice caso omiso de la frialdad que de un momento a otro invadio la "base" sobre la cual me apoyaba y que me prometia defender de modo que no me tocase "quedarme" esta vez.
La lluvia se convirtio en un concierto de truenos e incluso a traves de mis apretados parpados lograba adivinar el reflejo de amenazadores relampagos. El temor me invadia pero con obtusa tenacidad prosegui mi conteo en alta voz aun cuando ya no lograba escuchar las apagadas risitas de mis companeros de juego ni sus pasos apresurados en busca de refugio. El olor a tierra humeda conquisto mis sentidos y el frio dio lugar a un sofocante calor que abrazaba mi garganta y casi me impedia pronunciar los numeros. La frente se me perlo de sudor y mientras contaba dejaba correr sobre ella el dorso de mi mano derecha.
La tempertura descendio levemente y pude escuchar el rumor de las hojas de los arboles caer en torno a mi; las risas volvieron a hacerse escuchar, pero ya no eran de gargantas infantiles sino que formaban parte de una cascada de sonidos en los que la tos, los esturnudos e incluso algun que otro bostezo me llegaban con tonalidades mucho mas graves. Me invadio la aprehension y deje de contar. Recuerdo que habia permanecido por un tiempo indefinido haciendolo y las cifras salian de mi boca con gran dificultad. Nunca habia llegado a numeros tan altos ni permanecido tanto tiempo a ciegas.
Jamas logre conocer la exacta medida del lapso transcurrido, al abrir los ojos el destello de la luz se me antojo hiriente y deslumbrante; la concentracion de imagenes era abrumadora, pero por mas que me esforzaba no lograba encontrar a mis amigos. Cerca de donde permanecia en pie una vitrina de tienda desolada me devolvio mi propia imagen y fue solo entonces que pude ver mi envejecido rostro, mi grueso y semi enconrovado cuerpo y el modo pesado y torpe con que me desplazaba. Los crios jamas aparecieron y yo cerre de nuevo los ojos en docil gesto de resgnacion. Hoy se que no debi dejar de hacer trampas.
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