viernes, 1 de mayo de 2015

REHENES

Me  traen de los cabellos a mi ex mejor amigo; mi confidente de batallas imaginarias y conquistas pírricas; el testigo de mis romances inventados y reales, el oído paciente y la mano firme

El se arrastra como puede entre el flagelo del desgaste físico y la certeza del agotamiento de esa moral que nos faltaba ya entonces a ambos y que yo fingí rescatar poniendo mar de por medio. Este es el espectro que me desempolvan cada vez que el tirano decide jugar con mis sentimientos, forzar lágrimas ocultas y desnudarme ante el mundo: ese ser frágil y casi extinto que se me pone delante y me tiende sus brazos repletos de varices y manchas mientras me jura una vez más que nunca me olvido, que estoy siempre en sus pensamientos y rezos a pesar de que en todos estos años jamás se preocupo por saber de mi y en nuestra juventud me embriagaba con su virulento ateísmo. Luego comprendo que creyó sólo en un Dios, la falsa deidad del ridículo y falacico Olimpo de cartón en que yo alguna vez también crei y entones siento pena por ambos y casi le acepto el abrazo pero mi mente continúa volando y me lleva a sus ausencias y su repentino alejarse sin decir adiós; a sus comentarios furtivos dejados caer oportunamente ante el personero adecuado, la toma de distancia, la sonrisa forzada y el mohín de fastidio adivinado tras su gélido saludo.

Me empujan de este lado y del otro al abrazo reconciliador, a mostrar mi superioridad humana, me sugieren, me piden, casi me exigen sopena de llamarme "cheo" y extremista, que ponga la amistad por encima de todo, que abandone mi minúscula y minoritaria posición de troglodita, de viejo facistoide que los tiempos cambian cono y de nuevo esta mente mía que me tortura y me pregunta porque sólo yo debo poner la amistad por encima de todo; por que los de allá primero se cuidan y luego aman, porque saltan hábilmente sobre ciertos temas con evidente expresión de ciervo exasperado. Es en ese momento, en ese preciso momento que mis brazos caen a ambos lados de mi cuerpo, que observo su piel empercudida y cetrina y me digo que nada podrá ser como entonces, que no habrá confidencias ni romances, que una vez más nos han tomado el pelo y quien no se plegue pagara caro el gesto.

De cuando en cuando desentierran los cadáveres con órdenes de exhumación falsas y no pocos abrazan esqueletos fríos, occisos desconocidos con historias apócrifas; lo cierto es que con tal de perpetuarse en sus asientos los dueños de la finca están dispuestos a clavar sus unas en la tierra estéril. Luego todo vuelve a la normalidad y cada personaje continúa recitando su diálogo aprendido de prisa para no irse antes de tiempo.

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