Nunca vote por el actual inquilino de la Casa Blanca; jamás me deje condicionar por la emoción que la perspectiva de llevar a un afroamericano al sitio más relevante de nuestra sociedad provocaba en muchos. La persuasión filosófica de Barack Obama me crea incontenible aprensión y desasosiego y no veo la hora de que termine su mandato. Innumerables son las diferencias que me separan de su soslayada biografía, sus mentores y su círculo de amigos y asesores. Más aún, me irrita sobremanera el paternalismo que la hipócrita burguesía de "izquierda" derrama sobre todo aquello que tiene que ver con el. Albergo la punzante sospecha de que tan exagerada adulación a su presunta oratoria e inteligencia no se deba al espesor intelectual fuera de serie sino a la asunción por parte de sus acólitos blancos de que ese es el límite máximo a que un negro puede llegar. Derramar excesivos elogios sobre las cualidades del comandante en jefe evita que continuemos hurgando y disminuye el peligro de que encontremos talentos aún mayores y negros verdaderamente fuera de serie; es lo ultimo que desearía el verdadero poder.
No obstante todo lo anterior; admito sin medias tintas que es su modo de manejar el acercamiento al gobierno cubano y su caso omiso al exilio y la oposición en la isla lo que le da en este minuto un aspecto presidencial y de alta política a su mandato. La paradoja aumenta cuando mi criterio parte de una postura distinta a la suya. No me agrado el anuncio del 17 de diciembre porque estimaba que se hubiera podido obtener mas para el cubano de a pie: pero el riguroso análisis me arroja ante la realidad de que no pagamos el salario del ejecutivo para que tutele intereses de pueblos ajenos sino para que, antes de todo, defienda y proteja los nuestros que somos sus empleadores. La actitud generalmente distante y repleta de dudas se ha tornado firme y audaz en el tema cubano y ha ido subiendo la parada de su talante a pesar de jugadas igualmente osadas e innovadoras de Raul Castro. Es evidence que no actúa como un kamikaze; sabe que la abrumadora mayoría de la opinión pública está a favor del deshielo y que los detractores están muy segmentados, separados y divididos como para representar un peligro real, pero es igualmente cierto que sobre el tablero de ajedrez permanece la tangible posibilidad de una derrota y que la actual política no garantiza en lo absoluto que el futuro será inmune a elementos desestabilizadores.
Una vez que nos ha traído ante un hecho consumado y la tendencia actual no parece tener retroceso BHO debe presionar el acelerador sin la menor duda y entrar prepotentemente en la nueva era de relaciones con el archipiélago vecino; si para algo sirve la tozudez de activista que posee es para proseguir en la ruta trazada sin desvíos ni improvisaciones. No me llamo a engaños, no le atribuyo los mesiánicos dotes que muchos le regalan ni lo llamo Barack en lugar de Obama o presidente, pero reconozco que en este caso específico ha hechos los deberes correctamente y hasta el momento se ha ceñido disciplinadamente al guión delineado. Mientras; aún se escucha la protesta de parte del exilio; en muchos casos se trata de personas a quienes el enfrentamiento con el régimen le robo los mejores años de su vida, que sufrieron prisión y hasta perdieron seres queridos. Esta postura en genuina, humana, comprensible y merece nuestro humilde respeto; en otros casos hay quienes ven acercarse el fin de un modo de vida; de usar la retórica y la política como bien propio y no como vehículo hacia el objetivo real; y en algunos casos reina la desconfianza acumulada en años de desilusiones y tragos amargos.
Sea como sea y sentimientos a un lado nuestro mandatario emula a Mariano Rivera y sale al montículo a realizar la labor que le han indicado; solo la historia podrá evaluar con precisión la efectividad de sus lanzamientos, pero si en todos los demás aspectos hubiese aplicado la ponderada temeridad que derrocha en sus negociaciones con el gobierno de La Habana en lugar de el presidente no; quizás yo hubiera dicho: el presidente SI !!!!!