Aun existen compatriotas que muestran tenaz reticencia y tozuda resistencia a llamar las cosas por su nombre y a interpretar lo que está ocurriendo entre los gobiernos de La Habana y Washington como lo que es: la estrepitosa derrota de los que tiramos la cuerda más allá del límite y pensamos con iluso infantilismo utilizar a las administraciones de esta nación para que nos resolvieran los problemas; la fiesta se acabo, aunque algunos jamás bailamos una pieza, y de continuar en obstinada negación corremos el peligro de extinción por ser obsoletos.
Muchos denuncian el hecho de habernos enterado por la prensa de los cambios en las relaciones entre los gobiernos y no haber sido consultados. No tenemos derecho a sentirnos traicionados, nosotros mismos tiramos la toalla desde el preciso momento en que nos dedicamos a empujar cada cual por su lado y acuartelarnos cada cual en su ridiculo feudo sin realizar el menor esfuerzo unitario (siempre con honorables excepciones). Por su parte los distintos gobiernos americanos han dedicado cuantiosas cifras del dinero del contribuyente al intento de restablecer la democracia en Cuba, pero jamás han presionado al exilio y los opositores seriamente para que presenten un frente unido; parecería como si no les interesase la unidad y prefiriesen mantener a los enemigos del régimen divididos y debilitados.
Es honesto expresar sin medias tintas que perdimos la partida y que se impone un replanteamiento de tácticas y estrategias con mirada fija en lo que realmente desea y necesita el cubano de a pie y sin querer imponer salidas a una situación que en parte ayudamos a crear; la duda que albergo en este momento es si el poder americano nos soslaya por nuestra incapacidad de convertirnos en alternativa al régimen imperante en la isla o si la técnica de mantenernos disgregados y en eterna pugna ha sido el proyecto del Tio Sam desde el primer día para contar con la coartada indispensable que le evitase tener que incluirnos en las negociaciones. Si fuésemos un pueblo disciplinado y humilde estaríamos en este minuto aprendiendo las lecciones de osadía y temeridad geopolíticas que BHO y Raul Castro nos están regalando, pero nuestra proverbial arrogancia e imposibilidad de actuar como nación nos conducen al pedregoso sendero de la crítica acre, la negación de realidades y el rechazo a adaptarnos a situaciones que se nos han impuesto. No he escuchado a nadie preguntar a los de "allá" que desean y que anhelan; nos criticamos unos a otros con el desden y la irreverencia que han entrado a formar parte de nuestra nacionalidad. El tiempo pasa, el mundo evoluciona, cada vez mas americanos visitan Cuba y nosotros no hemos logrado siquiera el elemental reconocimiento de loa derechos que nos amparan como emigrados, nos repugna la abulia que reina en la isla cuando es precisamente la abulia lo que nos ha caracterizado en los últimos años. No nos hablamos, no nos amamos, perdimos el tren y en lugar de reservar el próximo y buscar rutas alternativas derrochamos todo el peso de nuestra vernacularidad en insultos, epítetos soeces y descalificaciones contra todo aquel que se atreva a formular criterios distintos a los nuestros. Esta historia se ha de escribir sin nosotros.
miércoles, 5 de agosto de 2015
QUEDARNOS DONDE ESTAMOS
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