jueves, 22 de septiembre de 2016

VIERNES DE CATARSIS


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Debía iniciar a trabajar muy temprano al día siguiente; luego del regreso de las vacaciones lo menos que deseaba era una desvelada, pero más por sentido de solidaridad con un amigo que por esperanza de placer mi mujer y yo salimos rumbo al Downtown para asistir al concierto de Carlos Averoff y su trío. La actuación tenía las 10:00 pm como horario de inicio, llegamos con media hora de antelación y el sótano del Chat Noir estaba prácticamente vacío; me explicaron que podía dejar mi auto frente al local, que a esa hora la policia no se lo llevaría a menos que el propietario me denunciase, Pero aún así preferí hacer las cosas como Dios manda y pagar un estacionamiento de los tantos que hay en la zona. Doblando por la calle primera del sureste me encontré con decenas de mendigos (homeless) que se acomodaban como podían en el piso frío y hostil; la sensación de desasosiego fue aliviada un tanto por la presencia de SUVs privados en los que venían personas con alimentos y agua para los harapientos. Extraje cinco tarjetas de presentación para intercambiarlas con estos benefactores una vez hubiese aparcado mi auto. 

Entramos al parking y nos abofeteó el rosario de calamidades que es nuestro condado. En una zona que supuestamente se desea revitalizar los parkings cierran a las 10:00 y en última instancia quedas en manos de los llamados Valet parkings; uno se pregunta si no será todo un plan para beneficiar a alguien. Como traer vida a un sitio donde no hay lugar para aparcar?. Cuando logre salir de aquel laberinto por una puerta alternativa y lleno de sudor me percaté de que las hadas madrinas se habían esfumado; los mendigos emulaban a los gatos que se lamen los bigotes tras el consabido banquete y aún no teníamos donde dejar el auto sin sentir la aprensión del peligro de remolque (otro negocio en nuestra gran nación). Ya estaba a punto de iniciar una de mis largas diatribas filosóficas sobre las injusticias del sistema cuando Karen me miró con gesto desconsolado; pude interpretar su ruego implícito: "not today!!!" y como prueba de amor me trague el sainete que llevaba en el directo.
Aparcamos al fin y al cabo frente al local y que sea lo que Dios quiera; bajamos los escalones al sótano y nos sentamos en una mesa de la primera línea; durante nuestra odisea automovilística habían llegado algunos espectadores y el ambiente se había animado un poco.
Con extrema cortesía Averoff me presentó a sus dos compañeros de aventura de la noche; el pianista Jim Gasior, natural de New York y desde muy joven residente en Miami y el bajista Néstor Del Prado; natural del Casino Deportivo, en La Habana, Cuba; me llamó la atención que no hubiese baterista pero preferí no mostrar mi inocultable ignorancia musical.

A los pocos minutos los artistas se acomodaron frente a sus respectivos instrumentos y al conteo de Averoff inició la presentación. Mi amigo regalaba pasajes de nota en nota mientras "calentaba motores" al mismo tiempo que el bajista y el pianista se comunicaban en un intercambio de frases perceptibles aún a los oídos menos adiestrados, poco a poco me fui relajando mientras observaba con cierta preocupación la expresión de Karen; para mi sorpresa no bostezaba ni mostraba signos de hastío sino que con la atención de un nino ante una vidriera de juguetes seguía cómo podía el diálogo persistente y coherente de los tres músicos; en un instante en que nuestros ojos se encontraron apretó mi mano con un gesto que significaba: "gracias por no haberla emprendido contra los molinos de viento esta noche y por regalarme este inesperado tesoro". Estábamos disfrutando el tema de Joey Calderazo titulado "Midnight Voyage" y aunque aún eran poco más de las 10:00 pm dicha melodía hizo las veces de premonición al viaje a la estratosfera que los pocos asistentes realizaríamos durante los minutos que durara la presentación.
De frase en frase y de solo en solo Jim recorría su teclado con tal facilidad, desenvoltura y celeridad que de pronto me vino a la mente el apodo con el que lo calificare en lo adelante "Four Hand Jim"; mi cerebro se negó a aceptar que solo dos manos arrancaban al envejecido piano tal cantidad de notas y con tamañas precisión y sensibilidad.
Averoff incluyó una delicada versión en jazz del bolero de Marta Valdes "Deja que siga Sola" popularizado por Vicentico Valdes y que en manos de estos tres profesionales de la conversión de sueños en melodía resbalaba incontenible hacia senderos y vericuetos insospechados. El proverbial despecho intrínseco en este género musical se desvaneció para transmitirnos algo entre nostalgia y optimismo.

Luego nos sorprendieron con una mezcla de Cachao y Charlie Parker en la que Four Hand Jim se lució regalando al público silencioso y perplejo una ejecución con "tumbao";  no quise ser irreverente pero con los labios lance a hurtadillas la frase a mi mujer que significaba: " de donde cono sacaron a este hombre?!!!". Por su parte Del Prado, quien desde hace solo dos años ha incursionado en el contrabajo, se adentraba en frases en extremo difíciles sin permitir que bajase el nivel del diálogo a tres.

Buena vibra, mucho Ashe, espectadores respetuosos y una nube de talento que se prodigó  sobre nosotros y me obligó a, no obstante el agotamiento físico, permanecer hasta la última nota pegado a mi silla como si hubiese sido encadenado a ella con eslabones de hierro fundido.

Casi al final Carlos, que había introducido todos los temas en inglés con algunas frases de español se percató de que quedaban solo hispanos en las mesas y pregunto si había aún algún americano para cambiar al español la explicación de los temas; con mi habitual petulancia patriotera deje escapar un: "we're all Americans, man" a lo que Jim respondió con un breve esbozo al piano de nuestro himno nacional. A todas las variables positivas que he enumerado antes hay que añadir un refinado y casi infantil sentido del humor, típico de los virtuosos.

Chat Noir, Blue Note; siempre referencias cromáticas, siempre virtuosismo, siempre leyendas tras instrumentos anónimos. Deje volar mi febril mente de sesentón e imagine una Miami toda jazz, toda lirica, toda teatro, arte sin censuras ni ataduras, sin compromisos y sin rencores. Esa noche de viernes, con talante extenuado saque a pasear mi vida por este trozo de tierra que he hecho mío con amor visceral e incomprensible; recupere a Proust de alguna gaveta y me sentí crio, sin camisa y en shorts, casi descalzo y jugando pelota mientras del tercer piso me llamaban para que fuese a almorzar quién sabe qué mágica combinación de paliativos nutritivos en ese mundo que tarde o temprano a mí también se me vino encima y que como por arte de magia vuelvo a encontrar, con ojos húmedos, en una noche de viernes casi santo. 

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