Hace casi una década marchamos a pie a lo largo de un segmento de la Calle Ocho para apoyar a las Damas de Blanco y a la oposición al régimen en general. Los principales organizadores fueron Gloria y Emilio Estefan. El pasado sábado convocada por Alex Otaola, se nos propuso una caravana que marchó densamente su entero recorrido y que según me informan se reprodujo en alguna que otra ciudad americana y extranjera.
Como en todo lo nuestro llovieron elogios y críticas; que si con eso no se derrota a la Junta, que si Otaola no es la persona adecuada para lanzar tal convocatoria, que si fue muy poca gente; en fin, el habitual choque de criterios y percepciones. Y aprovechando que en nuestro país disfrutamos de libre expresión voy a darles mi opinión:
Por años la humanidad y específicamente los cubanos nos hemos creado el espejismo de que para lanzar iniciativas y tomar el liderazgo hay que estar hecho de un material o una pasta específica. Cada vez que alguien pretende dar un paso adelante le reprochamos que no es la persona idónea y luego nos justificamos diciendo que no avanzamos porque no hay un líder. Quizás si fuésemos menos sectarios y celestiales en nuestros juicios tendríamos líder y hasta líderes.
Es evidente que esa Junta que no vacila en penetrar e infiltrar gobiernos, partidos, movimientos y organizaciones ; que con absoluta desenvoltura planea asesinatos a la luz del día en capitales como Londres, que por arma de lucha blande la destrucción de la reputación de sus enemigos, la calumnia, la intriga y hasta la eliminación física, no saldrá temblorosa de miedo ante la imagen de decenas de miles de personas marchando a más de cien millas de distancia. Aquí echamos mano a otra excusa; no participo en tal o más cuál iniciativa pues con eso jamás derrotaremos al régimen. Luego volvemos a justificarnos diciendo que el régimen no se cae porque nunca existen iniciativas.
De reciente se le reprocha al exilio que utiliza al partido en el poder para en la actual coyuntura penalizar al pueblo cubano. Nadie descarta que en dos millones de individuos exista todo tipo de tarados, pero el exilio no es miserable ni reniega de sus orígenes; es la Junta la que siempre ha prohibido, la que siembra el odio y la que pone etiquetas. El hecho de que no aprobemos determinada estrategia no hace a la misma mezquina ni traidora. Podríamos debatir por horas si el apretón de la actual administración presiona al régimen o no, pero lo que resulta verdaderamente miserable es demonizar a las víctimas para beneficio del victimario. Es irónico aferrarse a viajes y remesas mientras nada se habla de la enorme masa de compatriotas que no tienen familiares en el extranjero y que; Trump o no Trump, están condenados a la nulidad y la privación más abyecta. Se me antoja una postura elitista y miope.
He sido testigo de incitaciones irresponsables de algunos que desde fuera llaman a la rebelión en Cuba; más aún, que provocan a personas que viven dentro de la isla para que denuncien las atrocidades del régimen en las redes sociales. Tales seres, que como yo huyeron en lugar de morir por sus ideales, no poseen la fuerza moral para invitar a nadie a nada y son en extremo egoístas al provocar que un cubano de la isla salga al descubierto a riesgo de ser brutalmente reprimido. Pero esa no es la norma ni mucho menos; la gran mayoría de nosotros somos consientes de que los que deben decidir qué vías seguir para mejorar su situación son los que viven en la isla y están expuestos a la desmedida crueldad de los sicarios que gobiernan.
Se esgrime también el elemento del patriotismo y la soberanía y de nuevo estamos frente a un tema peliagudo; personalmente pienso que los Estados Unidos de America, mi país, es una experiencia irrepetible; pero me cuidaría mucho de calcar nuestro sistema y nuestros métodos en ninguna otra nación incluida Cuba. Cualquier decisión sobre el futuro de la isla debe pasar por una reflexión amplia y serena que tenga en cuenta el surgimiento; la evolución y la trayectoria de mi isla natal; pero del mismo modo categórico rechazo ese patriotismo barato y repentino que no hace más que dejar a la dictadura las manos libres para perpetuar su abuso. Estados Unidos invadió Europa Occidental; aún mantiene bases militares en algunos de esos países; en los doce años que viví en el viejo continente jamás vi la sumisión de sus ciudadanos al Tio Sam. Los gobiernos de Panamá y de Grenada; dos naciones invadidas por tropas americanas en fechas mucho más cercanas, no son ni por asomo títeres de Washington y en reiteradas ocasiones votan contra nosotros en la ONU, la OEA y cuanto foro internacional existe. Dista de mi sostener que los americanos poseen las soluciones a todos los conflictos ni que ser invadidos por los marines sea la única solución, pero denuncio enérgicamente el párvulo patriotismo de aquellos que otrora corrieron a La Casa Blanca pidiendo de rodillas que nos quitaran a Batista de encima para colocar a Fidel Castro en su lugar.
Personalmente doy la bienvenida a cualquier idea que logre irritar, desconcertar y/o debilitar al régimen. La derrota definitiva de aquella pesadilla llegará cuando Olofi así lo decida, pero como esa deidad suprema no suele enviar correos electrónicos es mejor mantenernos vigilantes no sea que la caída de la Junta nos sorprenda dormidos. Mientras, parafraseando a Manuel Ballagas, mi objetivo es hacerles la vida más difícil y lo demás me importa un bledo.
Sería prudente y justo que, ahora que tanto se habla de amor al prójimo y tolerancia, nos pusiéramos todos una mano en el corazón y con honestidad analizáramos si las criticas a la marcha del pasado sábado no llevan intrínseca una sutil dosis de homofobia.
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