Hace unos días leí la entrevista dada por el historiador de la ciudad de La Habana Eusebio Leal y claro que habiendo sido miembro del Politburo de la Junta de La Habana y aún ser miembro del Comité Central del único partido permitido en la isla este señor es mi enemigo; pero no me dedico a la displicente descalificación de mi oponente sino que acepto lo que pueda tener de positivo y rechazo lo nocivo.
Mi hermano Mario Adolfo Marti nos ha regalado no pocas narraciones sobre la impecable trayectoria profesional de Leal y la perseverancia y constancia derrochadas para llegar al lugar que hoy ocupa.
Vamos a ver: según Eusebio Leal en Cuba se ha producido una pérdida de valores y la educación ha sucumbido al embate de la vulgaridad; Eusebio tiene razón reconozco que hubiera podido evitar meterse contra las cuerdas en especial ante una prensa amordazada pero su planteamiento es débil, endeble, privo de sustancia y en última instancia cobarde. Eusebio sabe perfectamente que la cultura y la educación en Cuba la destrozaron los sicarios de la Junta bajo directas órdenes del Caligula Tropical y amo y señor de la finca. Recordemos nuestra infancia donde la palabra señor era una rasgo pequeño burgués: donde hablar pausado y pronunciando las consonantes era de ricos y donde la opinión pública se mofaba de los buenos modales. Leyendo a Eusebio uno podría pensar que el permaneció años fuera del país ajeno al deterioro cotidiano y sistemático de todo valor de identidad y en especial de individualidad. Las escuelas al campo y luego en el campo, las guardias obligatorias de los detestables CRD, la Caldosa bebida obligatoriamente con vecinos que quizás odiabas y en los que seguramente no confiabas.
Para colmo el historiador nos retrata un Fidel Castro inmortal que la muerte se niega a llevarse; quizás en eso lleve algo de razón porque creo que ni la muerte puede sufrir tamaño asesino megalómano y frustrado. Leal sostiene que Castro en el momento en que peligraba la supervivencia de la nación pensaba en la cultura como arma de perpetuación; eso es una vulgar mentira; lo que peligraba era el poder absoluto de la familia Castro; su juego a los soldaditos contra los americanos que fue a lo que dedicó su estéril y cruel existencia.
Leal se preocupa por la falta de recursos para reparar La Habana, pero omite la inexistencia de recursos para reparar el alma. Cuba se ha vaciado hacia afuera; es un amasijo de sensaciones y reflejos fingidos y el lo sabe perfectamente porque de tonto no posee un pelo. Con olfato innegable se ha preocupado por crearse una capa protectiva tejida a través de años de relaciones con prelados y personajes de la cultura y la política mundial.
Sin duda para un chiquillo nacido en el solar y que se ganó el reconocimiento a base de estudio y pasión por la historia este señor se nos presenta como un excelente profesional que bajo otros avatares recibiríamos con extremo orgullo en nuestros salones; es posible que sin el la capital de la isla no hubiese logrado siquiera ese mínimo de recuperación que exhibe pero a fin de cuentas Eusebio Leal Spengler no es sino un lacayo mas de la banda de asesinos que tiene como rehenes a millones de cubanos y su inquieta prosa y certero verbo no bastarán para mitigar su responsabilidad “histórica”.
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