El problema de Cuba es que para iniciar cualquier proceso de recuperación, de cambio o de mejora se necesita un requisito fundamental: reconocer que existe un problema en toda su dimensión. Y cuando se habla de la dimensión de una tragedia como la nuestra tarde o temprano se cae en la responsabilidad de cada cual.
La condena a la familia Castro y la Junta que ocupa el poder es generalizada aunque no unánime porque aún existen muchos que evitan llamar las cosas por su nombre. Pero ese no es el obstáculo principal.
La situación se complica cuando cada cual se abroga la prerrogativa de exonerar unilateralmente a fulano o a mengano; las justificaciones van desde la ignorancia del abuso; la buena voluntad de quien lo cometió hasta el fragor del momento y el “asedio” al que en teoría “Cuba” estaba sometida en un momento determinada.
Si seguimos la lógica colectiva y cada uno de nosotros exime a dos o tres compatriotas de la ineludible responsabilidad de aquel desastre cabría preguntarse: Fidel y Raül solos lograron hacer tanto daño?
El otro día incluso escuchaba que de no haber muerto, el psicopata de Che Guevara se hubiera convertido en una figura cercana a la imagen de Maria Teresa de Calcuta; esto dicho por un profesional serio que incluso sufrió las carceles castristas, lo que significa que el germen de los paños tibios ha calado en el imaginario nacional y se ha convertido en uno de los tantos daños antropológicos que nos aquejan.
En esta época de dilaciones y de eufemismos estamos acercándonos peligrosamente al punto en que las víctimas se harán embarazosas y los victimarios en objetos de moda. Así las cosas, mojito, Cohiba, voz baja para que me dejen entrar a la isla y cabeza siempre más baja para que no se percaten de que existimos.
Aquello es un desastre del que hay que escapar pero no es culpa mía ni de mi familia ni de mis amigos ni de quién era mi jefe en Cuba antes de marcharme porque era del Partido pero el no era como los demás; el era buena gente; un comunista honesto. Nadie culpable, todos culpables, no llevo nueve y que baile el gordo.
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