El debate es áspero y por momentos violento; un político de origen similar al mío lanza su propuesta de limitar o quizás racionalizar la ayuda que reciben los inmigrantes cubanos y la polémica se desata. Algunos están a favor y otros en contra. En esta interminable búsqueda del equilibrio que me he autoinpuesto tratare de darle una pizca de perspectiva al tema:
Marco Rubio y Carlos Curbelo; senador y representante por la Florida respectivamente, pueden estar motivados por fines que van desde el celo más vigilante por los dineros del contribuyente hasta el oportunismo político electoral; sin dejar de tomar en cuenta la posibilidad de que traten de demorar lo más posible con su proyecto, la derogación de la Ley de Ajuste Cubano. Pero los políticos siempre harán lo que los políticos hacen: proteger sus carreras por encima y más allá de todo lo demás. Yo preferiría concentrarme en el ámbito más específico del asunto.
Lo que irrita a muchos de nosotros no son los cuatro dólares que facilitamos a un ser humano, donde quiera que haya nacido, para encaminarse en tierra de libertad. Sea claro que con lo que le damos no basta siquiera para vivir. El lado humano y las tragedias personales recibirán siempre la comprensión y la compasión de cualquier americano bien nacido. Esta es la nación que más dinero regala en el planeta aunque los trasnochados de extrema izquierda y muchos ignorantes útiles no lo sepan u opten por olvidarlo. Coherente con nuestro modo "guilladito" de hacer las cosas, dejando resbalar todo; haciéndonos los tontos, los cubanos hemos empezado a escapar de la isla en numerosas nuevas modalidades pero con una óptica común: me voy pero me quedo; estoy aquí pero estoy allá, no tomo partido, lo mío es resolver. No se trata de que unos seamos mejores o peores que otros, se trata de que unos pagaron un precio desproporcionado mientras otros tuvimos todo gratis (y me incluyo entre estos aprovechados). No podemos vivir en el pasado, hay que marchar adelante, pero un auto no es seguro sin espejo retrovisor y mirar con frecuencia hacia atrás es el único modo de garantizar el avance hacia delante.
Los que decidían irse de Cuba en los años sesenta eran inmediatamente declarados parias; se les obligaba a trabajar en granjas agrícolas y realizar labores para las que en su mayoría no estaban preparados; la política era que tenían que ganarse el derecho a largarse y pagar de algún modo la traicion; recuerdo como profesores y compañeros de aula en ocasiones provocaban verbalmente a los "traidores"; con muchos no rompi mi amistad pero no podré jamás olvidar una mañana cursando el noveno grado y en la clase de historia se hablaba de la consabida política expansionista americana; a mi lado estaba sentado Joaquin, no recuerdo su apellido, un muchachon de tez roja con evidente descendencia española cuya familia había decidido escapar de Cuba; con el descuido típico del adolescente el chico comenta que la profesora tenía razón y que se trataba de un caso de expansionismo, otro tanto irreflexivo y con una pizca de intolerancia le escribí una nota que decía textualmente: "y si lo sabes por qué vas a lamerles las botas?"; para mí había protagonizado un épico acto de patriotismo; lo observe intensamente mientras leía, digería y analizaba el contenido de mi pregunta. Jamás olvidaré lo que sucedió después; Joaquín, mi compañero de clase, quien a veces compartía su merienda conmigo, bajo la cabeza en un gesto de prudente resignación que con los años imite muchas veces. Al final logró salir de Cuba; quién sabe por dónde andará o si me ve asiduamente en televisión y me mienta la madre con toda razón; lo más seguro es que a causa de nuestra breve y precaria memoria se vanaglorie de conocerme de hace muchos años y comente con sus amistades: "yo estudié con Alburquerque" . Quizás él nunca sepa que aquel episodio aún hoy me hace hervir las mejillas y me humedece los ojos. Por desgracia el "martirologio" de mi condiscípulo no fue nada comparado con tragedias como las de Meme Solís, Juanito Márquez y cientos de miles de cubanos que vieron sus nombres borrados de la historia, sus fotos retocadas y sus personalidades sepultadas en el anonimato que solo el totalitarismo logra crear.
Para colmo, solo gracias a la algarabia creada por esos "extremistas" llegados en los sesenta es que el régimen realizó mínimas concesiones que redundaron en la posibilidad de muchos de nosotros de salir del infierno; es innegable que sin la continua denuncia de Miami las restricciones hubieran sido más férreas y longevas. Al cabo de cinco décadas, en una situación totalmente distinta, un mundo globalizado y un escenario mundial donde la lucha armada como por arte de magia parece haberse convertido en una especie de peste bubónica, el calvario no parece tan siniestro, el régimen se viste de cuello y corbata y cuanto personaje existe corre despavorido a tomarse miles de selfies junto a los dinosaurios ante que el inexorable paso de la historia barra con el Parque Jurásico. Cualquier mención de las penas de antaño se ha convertido en arcaica y contra tendencia; se impone moderar el verbo y endulzar el léxico. Los fusilados son menos fusilados, los prisioneros son objeto de enorme presión para que sonrían y no estropeen la foto y todo el que mencione las penas de ayer se convierte, de nuevo, en un paria. Se diría que el victimario de ayer se pasea orondo por nuestras calles como muestra de la desconcertante ambigüedad que se ha convertido en la norma. De pronto nos amamos hasta la locura sin recordar la lucha sin cuartel que debíamos haber sostenido hasta el fin de los tiempos. Ya somos otro pueblo y otra Cuba, los que se fueron parecen no haberse ido y los que se quedaron se marchan; la nueva tendencia es trabajar en Miami y vivir en la isla todo esto como si lo extrajésemos del libro 1984 de Orwell; jamás fuimos enemigos; jamás realice trabajos forzados, jamás te reprimi; siempre fuiste mi hermano, solo que la extrema derecha de Miami te usaba como rehén contra mi; tu pobre pariente asediado. El bloque comunista se derrumbó pero ellos siguen teniendo razón. Nadie se hinca ante la madre de hijo pulverizado (si, al que le "partieron los cojones") ah, nadie recuerda esa tétrica grabación; ya la Albright no considera que eso sea cowardice. Ya hablamos de Lezama, de Gastón, escuchamos la música por la que estuve a punto de ser expulsado de la universidad hasta el día que me gradué. Esta película está al revés; yo iba detrás y ahora voy delante !!!
Y esto a muchos les jode; les molesta y les punzonea el costado cual puñalada trapera; alguien tiene que reconocer el exceso; alguien tiene que pedir disculpas, que admitir haberse equivocado; ya poco me importa que suceda por mi. Ya he vivido más de lo que me queda por vivir; hay experiencias y sentimientos que jamás volveré a experimentar. El paréntesis debe cerrase para que otro joven no se vea obligado a tragar en seco y bajar la cabeza; para que los Joaquines no tengan jamás que sentir temor y embarazo ante las impertinentes notas manuscritas por los estultos Alburquerques.