No soy de los que saltaron de alegría ni sintieron sus ojos llenos de lágrimas ante el anuncio del presunto cambio de política de Estados Unidos hacia el régimen cubano. No compartía la errada noción de que en una relación en la que dos bandos supuestamente; y subrayo este adverbio, se disparan a matar el simple abandono unilateral de las armas por parte de uno conduzca al cese de las hostilidades; ese era mi criterio el día 16 de diciembre del 2014 cuando me fui a dormir y es mi criterio hoy. Sin embargo; y no hablo del impuesto por Washington a los barbudos convertidos en momias, no dejo de reconocer que a hecho consumado de poco sirve patalear y darse baños de conmiseración; nos guste o no se ha creado una inédita situación en la que la administración americana parece perseguir a los ancianos gobernantes y aquellos parecen negarse a ceder siquiera un ápice de sus principios; en tan singular puesta en escena se crean dudas sobre el verdadero alcance de los 18 meses de conversaciones que admitió el presidente y sobre la real efectividad del resultado de las mismas.
Todos los caminos llevan a La Habana y allá van prelados, funcionarios y visitantes de varios tipos disfrutando la primicia de lo que debería ser el nuevo carácter de las relaciones entre ambas naciones, pero lo que falta por confirmar es si al menos uno de esos numerosos caminos continúa más allá de la capital cubana y lleva a su pueblo a puerto seguro; por ahora todo se limita a un alto nivel de salivacion por parte de algunos y a un peligroso nerviosismo en los círculos de poder del cincuentenario régimen.
De este lado del estrecho reina idéntico nerviosismo pero por razones diferentes; los que por años han disfrutado del producto del sudor del contribuyente americano con la eterna promesa de una lucha redentora que en muchos casos se ha limitado a las salas de sus confortables casas hoy temen que el Tío Sam decida beber mojito y fumar habanos o que nuestro exilio despierte de una santa vez y comience a pedir cuentas de que se hace con su dinero.
Una administración americana en 1958 lo tenía todo cuadrado y había encontrado la salida a la crisis creada durante el periodo ilegal de Fulgencio Batista; todos sabemos la pesadilla en que término la "genial" intervención, me pregunto que motivo podríamos tener para pensar que esta vez será distinto.
Todos los caminos llevan a La Habana y allá van prelados, funcionarios y visitantes de varios tipos disfrutando la primicia de lo que debería ser el nuevo carácter de las relaciones entre ambas naciones, pero lo que falta por confirmar es si al menos uno de esos numerosos caminos continúa más allá de la capital cubana y lleva a su pueblo a puerto seguro; por ahora todo se limita a un alto nivel de salivacion por parte de algunos y a un peligroso nerviosismo en los círculos de poder del cincuentenario régimen.
De este lado del estrecho reina idéntico nerviosismo pero por razones diferentes; los que por años han disfrutado del producto del sudor del contribuyente americano con la eterna promesa de una lucha redentora que en muchos casos se ha limitado a las salas de sus confortables casas hoy temen que el Tío Sam decida beber mojito y fumar habanos o que nuestro exilio despierte de una santa vez y comience a pedir cuentas de que se hace con su dinero.
Una administración americana en 1958 lo tenía todo cuadrado y había encontrado la salida a la crisis creada durante el periodo ilegal de Fulgencio Batista; todos sabemos la pesadilla en que término la "genial" intervención, me pregunto que motivo podríamos tener para pensar que esta vez será distinto.