martes, 13 de enero de 2015

YO TAMBIEN SOY CHARLIE (Tercera Parte)

Entre bandazos y desencuentros; tras una cadena de alternancia de izquierda y derecha al timón de los países desarrollados llegamos a nuestros días con una herencia de millones de inmigrantes que en gran medida son indigentes y en muchos casos se han convertido en jurados enemigos del mundo que les acogió.

A mis planteamientos sobre la eventual responsabilidad occidental en la actual situación de desastre y guerra asimétrica que enfrentamos me llego algún que otro reproche e incluso la acusación de pertenecer a la izquierda; más aún, para algunos el grado de alienación y virulencia a que han llegado los extremistas islámicos y de otras persuasiones religiosas es única y exclusivamente culpa de ellos mismos; de su proverbial vocación por el subsidio estatal fácil y por las condiciones precarias de vida y no es que yo difiera diametralmente de dicho análisis, aún más lejos llego cuando catalogo este fenómeno de cáncer y cuando advierto que nuestro país, a golpe de oportunista e irresponsable amnistía llegara en breve a la pesadilla francesa, en esto mis amigos a la derecha y yo coincidimos plenamente. Donde ellos me abandonan a la más abyecta soledad intelectual es a la hora de admitir el peligroso juego de los potentes occidentales y su eterno postergar de situaciones que, atajadas a tiempo, hubieran dado un resultado menos aterrador.

Si la derecha culpa tanto a la izquierda del punto a que hemos llevado el tema de la inmigración pues que con valentía y tino político efectúe las necesarias correcciones de ruta:
1- No más zonas restringidas en Francia
2- No más cheque en blanco en Estados Unidos.
3- No más hacerse de la vista gorda en Italia
Pero si las anteriores medidas no van acompañadas y quizás precedidas de un radical vuelco en las relaciones con el Tercer Mundo todo quedara en meras posturas y frases huecas. No estoy en lo absoluto contra el arbitraje y la injerencia occidental siempre que esta sea coherente y conduzca a paisajes más agradables en esa zona y a la consecuente reducción de la inmigración.

Si como algunos sostienen en el caso de los islamistas el plan desde el primer día era trasladar una significativa parte de su población a Occidente para reclamar territorialidad, pues a mayor razón se hace imperativo detener este flujo aún al costo de emitir nuevas leyes que resulten impopulares. La derecha crítica y muchas veces no le falta razón, pero cuando llega al poder no produce los cambios necesarios y no muestra la garra que generalmente observamos en el bando opuesto. Pero el dilema es mucho más complejo porque cuando de ráfagas de AK se trata las balas cegadoras no indagan la inclinación ideológica antes de ultimar a su objetivo.

La manifestación del pasado domingo brindo a todos un soplo de esperanza; políticos de disímiles tendencias avanzaron codo con codo en simbólico combate contra el terrorismo y el extremismo islámico y de donde venga; el ciudadano medio francés se lanzo igualmente a la calle; un grito de rabia y obstinación atravesó océanos y mares; en este momento la única salida es responder con idéntica o mayor energía a la provocación seudo mahometana, permanecer vigilantes y emplazar a los musulmanes en todo el mundo a que renuncien a la violencia o asuman las consecuencias de su conspicua ambigüedad, pero una vez cumplida esta tarea se hace imprescindible ajustar la camisa de fuerza a los que nos representan de modo que las tragedias actuales no se hagan cíclicas

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