lunes, 5 de enero de 2015

FE Y RACIOCINIO


Mientras conversaba con Orula en este inicio del 2015 dejaba vagar mi mente sobre hechos y detalles que rigen nuestra relación con el más allá, con la religión, con los iconos que hemos adoptado o asimilado y con el singular e inconmensurable fenómeno que es la fe. El lado más perverso de la vida no es la enorme cantidad de sufrimiento que trae consigo ni esa suerte de terreno minado que nos toca atravesar a lo largo de nuestra permanencia entre los vivos, es la lentitud y deliberada parsimonia con que nos va administrando frugales dosis de conocimiento y experiencia y así las cosas, pobre de mi, sólo en esta atípica mañana de inicio de año, de fin de lustro y de cierre de ciclo he logrado finalmente soltar amarras del dilema que por años me ha aquejado y que radicaba en la presunta contradicción entre mi inclinación y predisposición eminentemente científicas y mi tardio abrazo a la fe de mis antepasados.

No sólo son ciencia y religión perfectamente compatibles sino que se complementan y la una puede ser instrumento de la otra sin por ello faltar a los cardinales principios del sentido común; la ingenua pregunta del agnóstico atemorizado que se permite cuestionar lo real de la religión a partir de los concretos y personales resultados de tal o más cual creyente o feligrés es tan absurda y priva de fundamento como afirmar que visto que sólo el 3% de la población llega a alcanzar metas económicas de verdadera relevancia es mejor quedarse durmiendo y no someterse más al monótono y a veces alienante trabajo cotidiano y es que en última instancia una visión científica y materialista del universo y sus contornos nos muestran la religión como el reconocimiento del ser humano de algo que existe más allá de su poder y alcance y que para nada esta basado en postulados morales y/o éticos; el dar a este ente sopra humano un carácter de escuela primaria en la que los resultados individuales son proporcionales a la obediencia y aplicación es precisamente una de las manipulaciones más sórdidas y nocivas que el hombre, en su eterna lucha por controlar el poder y la riqueza ha utilizado con innegable éxito.

Contraponer sabiduría a religión no es más que una de las armas usadas para dividirnos; mientras una niegue la otra la batalla permanece inconclusa y el Mesías continúa extraviandose en la intrincada maleza de lapidarios conceptos, frías categorías e incompletas leyes. Los auto nominados mastines de la fe intentaron suprimir el discurso científico por temor a perder la hegemonía de la verdad y la razón, cuando comprendieron lo contraproducente de su postura, cientos de miles de cadáveres más tarde, optaron por ocupar espacios vacíos en el proceso educativo, pero la virulencia original y la brutal represión de pensadores y estudiosos continúa siendo utilizada, con tenaz obstinación, por los defensores a ultranza del agnosticismo.

Como si la lucha entre fe y agnosticismo no fuese lo suficientemente letal, nos hemos sometido una y otra vez al cruento y estrecho enfrentamiento entre la fe y la fe, entre la religión tuya y la mía y entre tu Dios y el mío, entre la deidad del vencedor y la del vencido y bajo tan tortuosa dinámica hay millones de seres que en este precioso minuto no sólo se deben esconder de los incrédulos para disfrutar de su recogimiento y encomendarse a su deidad en el momento aciago; peor aún, son víctimas del sangriento enfrentamiento de deidades y deben ocultar la propia tras discretos pliegues en faldas y chaquetas, rezar en monosílabos y conformarse con adoraciones furtivas mientras tanto.

Ser religioso en el siglo XXI implica adaptarse a la liturgia cándida y transparente que nada tiene que ver con el susurro cofradíaco, la sotana que oculta la daga y la innecesaria penitencia para lavar pecados jamás cometidos. Implica desatar con determinación y tino los infinitos recursos del pensamiento científico; significa adentrarse con valentía en el ecumenismo con la certeza de que cada variante de la fe no hace más que confirmar la vigencia de la misma y de que más allá de estrechos condicionamientos socio económicos y geopolíticos el ser humano debe alzar su mirada sobre los árboles para lograr ver el inmenso bosque.

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