Hace unos días el Departamento de Justicia de nuestro país decidió no proceder en el caso del policía que último a Michael Brown, dicha decisión parece haber sido confirmada nada menos que por Eric Holder, el funcionario más alto de ese departamento y uno de los que abiertamente había puesto en tela de juicio el criterio del Gran Jurado. No proceder, no formular acusaciones no significa que el policía en cuestión sea un santo o que se le declare limpio de todo tipo de prejuicio racial; simplemente significa que no hay evidencias más allá de toda duda razonable de la intencionalidad y/o premeditación del hecho y que no existen las necesarias condiciones para que el caso pudiera resistir el embate de abogados defensores. No existe fundamento legal y según el sistema procesal vigente es hora de pasar la página.
Por otro lado, el ex vecino vigilante, aspirante a "guapo" de barrio George Zimmermann, enfrenta la enésima acusación de amenaza y de violencia. Fue mi criterio en el ápice de aquel escándalo y lo es hoy día, que este señor era un imbecil y que su carácter y complejos tarde o temprano lo llevarían a podrirse en una celda, pero que en el caso de la desafortunada muerte de Trayvon Martín tampoco existían las necesarias evidencias para condenarlo más allá de toda duda razonable. Ambos casos crearon furor; ayudaron a Sharpton, Jackson y otros mercantes del dolor ajeno a aumentar su visibilidad y quien sabe si hasta su capacidad de aumentar sus capitales; decenas de bufones que se llaman artistas juraron que jamás actuarían en la Florida, sólo para desmentirse en muchos casos y venir a actuar con el mayor descaro. Nada ha cambiado, las causas y los elementos que hacen a la comunidad afroamericana más vulnerable al desempleo, la falta de valores, la desfuncionalidad familiar y por tanto a la criminalidad y la violencia, no han desaparecido ni disminuido en intensidad y potencial destructivo, pero luchar contra estos flagelos conlleva una labor plena de pasión, sólidos principios y en muchos casos un gris anonimato; los buitres y chacales de la industria de la queja buscan y necesitan sólo la ganancia célere, la crisis fugas y puntual y las campañas a breve plazo. Pero sobre todas las cosas, necesitan que estas enfermedades no sean jamás superadas porque el día que el sueño del doctor King se cumpliera totalmente ellos se quedarían sin empleo.
Si nuestras leyes ya no reflejan la dinámica síquico social de nuestros días urge actualizarlo, pero para ello debemos movilizarnos y presionar a los legisladores con ese objetivo y no "quemar esta mierda" como con talante matonesco, fascistoide y auto destructivo propusiera el padrastro de Michael Brown; mentes frías y con deseos de encontrar la verdad han concluido que la decisión del Gran Jurado era la correcta. Ahora quien reconstruirá la destrucción, las vidrieras hechas añicos y el precario equilibrio que existía en la ciudad antes de la tragedia?
Hasta dónde conozco, todos los desencuentros ulteriores de Zimmermann con la ley y sus presuntas amenazas o abusos han sido perpetrados contra americanos que no pertenecen a la comunidad afroamericana. Aún así en ningún caso la justicia ha decidido lanzarlo de una vez y por todas a un penitenciario; deberemos concluir entonces que este esperpento de ser humano o tiene mucha suerte o simplemente se aprovecha de las leyes que rigen nuestros sistema penal pero no necesariamente que entre sus incontables defectos y actitudes censurables se encuentre el propósito manifiesto de ultimar a seres humanos por el color de su piel.
No soy tan ingenuo como para pensar que mi país sea ideal; seguramente muchos americanos caucásicos pre juzgan a sus semejantes en modo negativo si poseen piel oscura del mismo modo que, por reflejo, muchos afroamericanos dan por descontado que están en desventaja si la entrevista para obtener empleo la realiza un compatriota blanco, hispano o de otro grupo étnico. Lo que significa el racismo en cualquiera de sus manifestaciones lo sabe sólo quien lo ha sufrido; quien haya sentido en plena mejilla el intenso ardor de la broma hiriente, del epiteto negligente, quien haya sido una y otra vez condicionado por el pero e incluso celebrado y admirado por ser a pesar de, por ser negro pero, por ser negro pero ser muy decente o muy culto o poseer cualquier cualidad; quien se haya contemplado con impotente desconsuelo al espejo y preguntado a Dios, muy quedo, porque le trajo al mundo con esas facciones "toscas", "atrasadas", "feas", "distintas"; el racismo y su triste existencia en nuestros días lo comprende sólo quien vive con la incómoda sensación de estar bajo una lupa, de no poder comportarse mal o fallar porque su conducta reafirmaría el atávico determinismo. El racismo lo conoce sólo quien ha ocultado una lágrima, quien ha fingido no escuchar, quien se siente un invitado a la mesa y no un comensal, quien equipara el sonido de la sorna y la chanza peyorativa al chasquido del látigo implacable. Ni Sharpton, ni Jackson, ni ninguno de los manipuladores del drama me van a enseñar lo que significa haber nacido, vivido y sonado siendo siempre el "otro", ni la amargura del adolescente lleno de dudas e inseguridades que se oculta en un rincón oscuro a rumiar su tristeza, pero precisamente para que ni un joven más se vea obligado a pasar momentos como esos, para que el llanto se haga sonrisa, para que nuestras manos se entrelacen definitivamente y sin reservas y podamos disfrutar plenamente del inagotable caudal de esperanzas que brinda este milagro que es nuestra patria y los americanos de todas las razas, colores y rasgos podamos de una vez amarnos en nuestras sagradas diferencias es imperativo e impostergable deponer el odio, el resentimiento, la hostilidad y el oportunismo e introducirnos con inconmovible decisión en cuanto resquicio de oportunidad se presente.
En el caso de los negros hispanos y en particular de los cubanos, se nos coloca en esta coyuntura inédita el dilema de luchar contra un racismo sutil, opaco, nebuloso e intangible. Retomar las tradiciones y valores desdeñados por siglos es no sólo útil sino imprescindible; pero en ese rescate estan inevitablemente incluidos nuestros hermanos blancos y de otros colores. Nutro una punzante aprensión ante la ruta revanchista, cobarde y oportunista de algunos que hoy optan por disparar a cero contra todo y contra todos y que incluso llegan a esbozar con mayor o menor desenfado posturas excluyentes. Rescatar mis orígenes y celebrar mi otredad no puede en lo absoluto implicar la disminución, supresión o marginalizacion del hermano que con sus prejuicios y límites me acompaño hasta este punto; su comentario irreflexivo y desconsiderado pudo haberme herido pero su abrazo cálido y sincero me ayudo a superar cataclismos y desastres. En el abismo que jamás debemos caer es el abandono de lo vivido y la renuncia a anejos afectos sólo porque ahora se haya puesto de moda ser "distinto".
Por otro lado, el ex vecino vigilante, aspirante a "guapo" de barrio George Zimmermann, enfrenta la enésima acusación de amenaza y de violencia. Fue mi criterio en el ápice de aquel escándalo y lo es hoy día, que este señor era un imbecil y que su carácter y complejos tarde o temprano lo llevarían a podrirse en una celda, pero que en el caso de la desafortunada muerte de Trayvon Martín tampoco existían las necesarias evidencias para condenarlo más allá de toda duda razonable. Ambos casos crearon furor; ayudaron a Sharpton, Jackson y otros mercantes del dolor ajeno a aumentar su visibilidad y quien sabe si hasta su capacidad de aumentar sus capitales; decenas de bufones que se llaman artistas juraron que jamás actuarían en la Florida, sólo para desmentirse en muchos casos y venir a actuar con el mayor descaro. Nada ha cambiado, las causas y los elementos que hacen a la comunidad afroamericana más vulnerable al desempleo, la falta de valores, la desfuncionalidad familiar y por tanto a la criminalidad y la violencia, no han desaparecido ni disminuido en intensidad y potencial destructivo, pero luchar contra estos flagelos conlleva una labor plena de pasión, sólidos principios y en muchos casos un gris anonimato; los buitres y chacales de la industria de la queja buscan y necesitan sólo la ganancia célere, la crisis fugas y puntual y las campañas a breve plazo. Pero sobre todas las cosas, necesitan que estas enfermedades no sean jamás superadas porque el día que el sueño del doctor King se cumpliera totalmente ellos se quedarían sin empleo.
Si nuestras leyes ya no reflejan la dinámica síquico social de nuestros días urge actualizarlo, pero para ello debemos movilizarnos y presionar a los legisladores con ese objetivo y no "quemar esta mierda" como con talante matonesco, fascistoide y auto destructivo propusiera el padrastro de Michael Brown; mentes frías y con deseos de encontrar la verdad han concluido que la decisión del Gran Jurado era la correcta. Ahora quien reconstruirá la destrucción, las vidrieras hechas añicos y el precario equilibrio que existía en la ciudad antes de la tragedia?
Hasta dónde conozco, todos los desencuentros ulteriores de Zimmermann con la ley y sus presuntas amenazas o abusos han sido perpetrados contra americanos que no pertenecen a la comunidad afroamericana. Aún así en ningún caso la justicia ha decidido lanzarlo de una vez y por todas a un penitenciario; deberemos concluir entonces que este esperpento de ser humano o tiene mucha suerte o simplemente se aprovecha de las leyes que rigen nuestros sistema penal pero no necesariamente que entre sus incontables defectos y actitudes censurables se encuentre el propósito manifiesto de ultimar a seres humanos por el color de su piel.
No soy tan ingenuo como para pensar que mi país sea ideal; seguramente muchos americanos caucásicos pre juzgan a sus semejantes en modo negativo si poseen piel oscura del mismo modo que, por reflejo, muchos afroamericanos dan por descontado que están en desventaja si la entrevista para obtener empleo la realiza un compatriota blanco, hispano o de otro grupo étnico. Lo que significa el racismo en cualquiera de sus manifestaciones lo sabe sólo quien lo ha sufrido; quien haya sentido en plena mejilla el intenso ardor de la broma hiriente, del epiteto negligente, quien haya sido una y otra vez condicionado por el pero e incluso celebrado y admirado por ser a pesar de, por ser negro pero, por ser negro pero ser muy decente o muy culto o poseer cualquier cualidad; quien se haya contemplado con impotente desconsuelo al espejo y preguntado a Dios, muy quedo, porque le trajo al mundo con esas facciones "toscas", "atrasadas", "feas", "distintas"; el racismo y su triste existencia en nuestros días lo comprende sólo quien vive con la incómoda sensación de estar bajo una lupa, de no poder comportarse mal o fallar porque su conducta reafirmaría el atávico determinismo. El racismo lo conoce sólo quien ha ocultado una lágrima, quien ha fingido no escuchar, quien se siente un invitado a la mesa y no un comensal, quien equipara el sonido de la sorna y la chanza peyorativa al chasquido del látigo implacable. Ni Sharpton, ni Jackson, ni ninguno de los manipuladores del drama me van a enseñar lo que significa haber nacido, vivido y sonado siendo siempre el "otro", ni la amargura del adolescente lleno de dudas e inseguridades que se oculta en un rincón oscuro a rumiar su tristeza, pero precisamente para que ni un joven más se vea obligado a pasar momentos como esos, para que el llanto se haga sonrisa, para que nuestras manos se entrelacen definitivamente y sin reservas y podamos disfrutar plenamente del inagotable caudal de esperanzas que brinda este milagro que es nuestra patria y los americanos de todas las razas, colores y rasgos podamos de una vez amarnos en nuestras sagradas diferencias es imperativo e impostergable deponer el odio, el resentimiento, la hostilidad y el oportunismo e introducirnos con inconmovible decisión en cuanto resquicio de oportunidad se presente.
En el caso de los negros hispanos y en particular de los cubanos, se nos coloca en esta coyuntura inédita el dilema de luchar contra un racismo sutil, opaco, nebuloso e intangible. Retomar las tradiciones y valores desdeñados por siglos es no sólo útil sino imprescindible; pero en ese rescate estan inevitablemente incluidos nuestros hermanos blancos y de otros colores. Nutro una punzante aprensión ante la ruta revanchista, cobarde y oportunista de algunos que hoy optan por disparar a cero contra todo y contra todos y que incluso llegan a esbozar con mayor o menor desenfado posturas excluyentes. Rescatar mis orígenes y celebrar mi otredad no puede en lo absoluto implicar la disminución, supresión o marginalizacion del hermano que con sus prejuicios y límites me acompaño hasta este punto; su comentario irreflexivo y desconsiderado pudo haberme herido pero su abrazo cálido y sincero me ayudo a superar cataclismos y desastres. En el abismo que jamás debemos caer es el abandono de lo vivido y la renuncia a anejos afectos sólo porque ahora se haya puesto de moda ser "distinto".
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