Por años las naciones más desarrolladas han alardeado de su bienestar encandilando la vista al pobre recolector de café que entre una temporada y la otra observaba impotente la opulencia del Primer Mundo; nuestra superficial y edulcorada televisión, nuestros parcializados periódicos y la cowboyesca cinematográfica que hemos promovido por décadas ha siempre dado una exagerada e imprecisa visión de las posibilidades reales de éxito en nuestra casa.
Por otro lado, nos hemos comportado con injerencismo pero sólo para repletar las arcas de algunos pocos poderosos en lugar de usar el ejemplo de nuestro "milagro" y el poder de nuestro músculo militar para garantizar que en los países más pobres existiera un mínimo de bienestar; que no pululasen dictadores de izquierda ni derecha y que los ciudadanos de los países no "bendecidos" por Dios pudieran al menos sonar con un futuro; iniciativas como la Alianza para El Progreso de Kennedy o en menor escala el plan para la Cuenca del Caribe de Reagan, fueron sólo endebles excepciones en medio de nuestra interminable convocatoria al gorila más entreguista y que prometiese estabilidad aunque fuese a muy breve plazo. En sentido general, a causa del fin del colonialismo o del inicio del neocolonialismo los gobiernos del mundo desarrollado cambiaron entrada a sus países por relaciones comerciales ventajosas y oídos sordos a las necesidades genuinas o inventadas de las poblaciones tercermundistas, el resultado fue siempre la inmigración en un sólo sentido y la paulatina creación de bolsas de pobreza en pleno territorio del paraíso. Pareciera como si consciente o inconscientemente el poder en Occidente hubiera optado por dedicar pequeñas porciones de su propio territorio al establecimiento de fincas feudales repletas de mano de obra propensa a asumir el papel del mayordomato en la época moderna sin preocuparse siquiera porque los descendientes del mayordomato pudieran integrarse plenamente a la vida que sus padres le habían procurado.
En casos como el de Francia se llego a permitir la existencia de zonas restringidas donde ni la policía pudiera entrar y de tal suerte los musulmanes viviesen la vida de sus padres en suelo europeo; una y otra vez la clase dirigente pateó la lata unos metros más arriba y barrio la basura bajo la alfombra en lugar de preocuparse por implementar una política sostenible que procurase el mínimo de bienestar que evitase la huida de millones de seres de sus lugares de origen; el sacrosanto principio de no intervención se convirtió en la coartada para no hacer nada y mirar hacia otro lado ante la evidente arrabalizacion de nuestro mundo.
CONTINUARA...
Bueno, te levantaste con la mano izquierda levantada hoy, para no decir que te levantaste con el pie izquierdo. Igualdad, no existe en ninguna sociedad, ni en la socialista. Echarle la culpa a los paises desarrollados de la pobreza es un recurso muy usado y abusado, pero no es solamente eso, es la corrupción del tercer mundo, las luchas internas, la falta de educación. La inmigración o migración siempre ha existido. Me parece que el problema en este caso es una migración que no quiere integrarse, quiere migrar con todas sus costumbres e imponérsela a su descendencia, con la intolerancia (y violencia) incluída. Me parece que ahí es donde van a tener que poner un STOP.
ResponderEliminarJamas le doy culpa a los paises; culpo con toda responsabilidad los devaneos y coqueteos del poder que en gran medida ha creado todos estos grupos
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